jueves, 2 de abril de 2015

Frutos Modernos

Crónica finalista del premio internacional Nuevas Plumas,
año 2014 

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12 de septiembre de 2014, 20.23 hs.

Génesis, Karen y Alexis deberían haber llegado a la Catedral Nuestra Señora de Aranzazu, de Victoria, provincia de Entre Ríos, hace 23 minutos. El padre Raúl Benedetti espera impaciente mientras lee la Biblia frente a los fieles. “Porque no hay árbol bueno que produzca fruto malo, ni a la inversa, árbol malo que produzca fruto bueno”. Las cabezas giran y se vuelven decepcionadas cada vez que alguien da un paso dentro de la Iglesia. El cura levanta la mirada y luego la baja para seguir recitando con un leve fastidio.
La Catedral es lúgubre y cálida. Predominan los marrones y dorados, el murmullo y la vecindad. La luz del exterior pasa apenas, cortada por los vitraux que datan de fines del siglo XIX. Es viernes. Unas cincuenta personas se acercaron a escuchar la misa y a presenciar el bautismo de Génesis Angelina, la niña más famosa de la ciudad.
No será esta la primera vez que Génesis desafíe al catolicismo. El 15 de noviembre de 2013 entró a la misma Iglesia. Todavía estaba en la panza y el mismo cura que hoy la librará de pecado bendijo el embarazo. La sacralización fue un pedido de su mamá, Karen: necesitaba que todo salga bien, que no haya represalias, que la gestación termine con buena salud. Su papá, Alexis, accedió a pesar de su pertenencia al cristianismo y su alejamiento de la religión. Dice que lo hizo por Karen y por su hija, que la aceptación de la Iglesia es la de la sociedad. Aquel noviembre desprendió su camisa, dejó entrever su panza de hombre, sus pechos prominentes de padre embarazado y se expuso al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo que lo observaban desde el altar. La consagración en la Iglesia Católica fue la primera palabra de un mantra de lucha que Alexis y Karen repiten todos los días: siempre te voy a cuidar, no voy a dejar que nada te pase, querida hija.

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Karen Bruselario (28 años) recuerda el día que nació Génesis desde el living de su casa, con ella jugando con su profundo escote. Karen esperó a su hija desde la puerta del quirófano. El primer llanto le cambió la vida. Sintió que el mundo se le caía encima. Y pensó que ya está, nació, es suya. Es mamá.
Génesis Angelina Taborda Bruselario nació el 18 de diciembre de 2013. Pesó 4, 250 kilos. Sus padres no la esperaban. Ese día, Alexis comió facturas, sándwiches y se fue a hacer un control. Quedó internado y salió de ahí con su hija en brazos. A pocas horas del nacimiento, Alexis y Karen se enteraron que el papá iba a ser anotado como mamá en el certificado de nacimiento. La madre legítima salió a buscar un abogado que objete al Registro Civil. La familia se respaldó en la ley y exigió que se respete la identidad y el género que Alexis eligió.
La Ley de Identidad de Género y Salud Integral (N° 26.743) fue sancionada el 9 mayo de 2011 y permite la libre elección de género de cualquier persona. Desde ese momento se contabilizaron unas seis mil personas transexuales en Argentina. El 85 por ciento son mujeres, el 15, hombres. La ley es única en el mundo y permitió que Alexis sea un varón y Karen una mujer amparados por la Constitución y a pesar de sus genitales; que puedan casarse; que Alexis sea el primer hombre embarazado de una mujer.
La vida de los dos cambió después del parto. La llegada de un hijo revoluciona cualquier familia. Esta beba había llegado a una que no tiene antecedentes. “Dejé de salir a la calle. Había caído en una depresión, todo me hacía mal. No la quería ver a Génesis. Mi cuerpo había cambiado, había perdido un esfuerzo de años y ni siquiera podía reconocer a mi hija. Era muy egoísta. Después de tres meses pude empezar a disfrutarla”, recuerda Alexis. Se queda en silencio buscando plata para ir a comprar leche. No se va sin antes agregar: “Valió la pena. Lo volvería a hacer”.
Ni Alexis ni Karen habían imaginado ser padres. El solo hecho de pensarlo, para Alexis, era similar a morirse. Su mente de varón no estaba preparada como su cuerpo que menstruaba cada 28 días. La situación de Karen fue distinta, más sencilla. Soñó con el casamiento y la casa propia. Pero jamás con este tipo de maternidad. “Cero hijos porque cero vagina, ¿entendés?”, explica recorriendo su cuerpo voluptuoso.

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12 de septiembre de 2014, 19 hrs.

Cae el sol en Victoria. Los pájaros que viven en la Plaza San Martín, la principal y frente a la Iglesia, hacen un ruido insoportable. Un auto pasa con cumbia sonando alto, irrumpe y el panorama queda calmo. Victoria está a 60 kilómetros de Rosario, una de las ciudades más importantes de Argentina. Un puente de hormigón atraviesa, desde 2003, el río Paraná y une las dos ciudades. Hace once años que cambió la vida de la localidad entrerriana. Los rosarinos cuentan con un patio trasero paradisíaco, a orillas de un Paraná más calmo y limpio. Victoria es sinónimo de vacaciones, carnaval y casino. La gran mayoría de los adeptos al juego prefieren cruzar el Paraná al City Center Rosario, el casino más grande de Latinoamérica. Dicen que en Victoria es más fácil ganar plata y más difícil que te reconozcan. Cruzando el charco las voces se alejan de la imperativa tonada rioplatense y suenan a chamamé y mate hervido. En Victoria, Génesis es una gurisa y el padre Raúl Benedetti, un cura gaucho.
Es una cuestión de cariño”, dice el religioso cuando se le pregunta por el bautismo. En su voz no se percibe extrañeza. Como si no fuera al menos resonante que la Iglesia católica reciba a una nena que fue gestada por su papá, que nació mujer y que eligió ser varón. Habla con naturalidad. Como si la mamá no fuera esa persona a la que él se refiere con su nombre masculino y que puso la semillita para que Génesis crezca en la panza de su novio. “El bautismo no se niega ni se le ponen condiciones. No se piensa en quién cría a la criatura”, explica Benedetti. Desde febrero es párroco de la catedral de Gualeguaychu, a pocos kilómetros de ahí. Estuvo once años al frente de la Iglesia de Victoria y esta tarde volvió especialmente para bautizar a Génesis. El cura se mueve por la Catedral como por su casa. Prueba el micrófono con el cual oficiará la misa. No anda. Lo golpea hasta que descubre que le faltan pilas y las cambia. Un periodista local, contratado por el diario Perfil de Buenos Aires, lo espera para sacarle fotos. Una señora bajita y de lentes gigantes lo persigue por el salón. “Padrecito, padrecito, ¿le preparo el hábito?”.
Santa madre de Dios ruega por nosotros pecadores”, recita una decena de personas mientras el cura posa para la cámara nacional. Se para en el altar, se sienta en un banco, hace que lee la Biblia, hace que reza. Una voz anónima aprovecha la ocasión para revelar parte de la historia del lugar y de la familia que los hizo famosos. “Suba a la torre de la Iglesia. Vaya en esta dirección y en el tercer descanso mire para este lado. Ahí va a ver, la firma de él cuando era varón”. El nombre masculino con que sus padres bautizaron a Karen está escrito con letra femenina, en lápiz oscuro y grueso: O. P. Bruselario, 9-9-99.

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En diciembre Karen y Alexis viajaron a Chile. La panza estaba por cumplir nueve meses pero el contrato con la televisión chilena significaba una cantidad de plata que no podían perder. Fueron en auto. Tardaron 18 horas y Alexis atravesó la Cordillera de los Andes dos veces, las dos con contracciones. “Tenía miedo que nazca en Chile. Digo, por la cesárea. ¡Mira si me salía por otro lado!”. La vuelta fue peor. En la Aduana no lo reconocían en el DNI. “Les decía que estaba distinto porque estaba embarazado. Les pedía que me busquen en google, algo, porque estaba con contracciones. Ellos se querían reír. Me reconocieron por este lunar”, cuenta y señala una mancha marrón bajo su ojo. Todavía está enojado.
El cinco por ciento de los transexuales argentinos tiene trabajo formal. El acceso al trabajo para las minorías sexuales es el desafío de las políticas de género en el país. Lo poco que hay es más que nada a las mujeres y busca brindar una alternativa a la prostitución, la salida mejor remunerada. El Estado, las organizaciones sociales, los partidos políticos, invitan a mujeres trans a hacer talleres de peluquería, maquillaje, corte y confección. Prácticamente no hay proyectos que fomenten otro estudio. Como si una trans no pudiese ser periodista o ingeniera.
Karen y Alexis encontraron en su historia una salida laboral. Pasaron los nueve meses entre contratos y viajes a medios de todo el mundo. La panza recorrió los pisos de la famosa conductora Susana Giménez, Florencia de la V – la travesti más televisiva de Argentina - y decenas de canales nacionales; además de un directo para España, el viaje a Chile y los meses de trabajo con el canal NationalGeographic, que todavía pasa el capítulo sobre ellos por los países de habla hispana.
Cuando quedamos embarazados nuestra relación era íntima. Se sabía que Karen estaba con un hombre, pero no que era trans”, explica Alexis. Los dos aclaran que nunca quisieron semejante exposición pública, pero que la información llegó a los medios y no pudieron controlarlo. Cuando recibieron el llamado de la producción de Susana Giménez dicen que vieron una chance de conseguir trabajo más que de sentarse en uno de los sillones con más rating nacional. Lo dijeron en cámara, pero nadie los llamó más que para sacarse fotos. Karen todavía se prostituía y Alexis no conseguía ningún tipo de empleo. Vendieron pastas y rosquitas hasta que descubrieron que el afán de las productoras de tenerlos en su pantalla podía salir más bien caro. Cuando nació Génesis, sin embargo, se guardaron en una nube de pañales y amor. El bautismo fue la primera aparición pública de la nena y las entrevistas ya no tienen precio. Hasta hace dos meses vivieron de lo recaudado en el embarazo.

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La casa de Karen y Alexis está ubicada a unas veinte cuadras del centro de Victoria. Es una casa chica, de paredes color verde manzana. Apenas se entra, se ve un cuadro grande y oscuro con la imagen de Jesús. El resto de las paredes están adornadas con chucherías, entre ellas un recuerdo de Chile y fotos de Génesis. También hay una imagen de Alexis con una panza gigante. Tenía siete meses de embarazo.
La familia Taborda Bruselario podría pasar por familia tradicional. Eligieron vivir en Victoria por la tranquilidad y la seguridad. Karen cuenta cómo se hace cargo de la beba, le conoce las mañanas y sabe cuidarla. Alexis aprueba y dice que no podría quedarse solo con ella más de dos horas. Alexis trabaja arreglando celulares. Karen se queda en casa, le explica cómo calentar la leche de la mamadera y se nota que se lo recuerda todos los días. Alexis dice que ya está pensando en ir al psicólogo por los celos que siente de sólo imaginar a Génesis con su primer noviecito. O noviecita. ¿Quién dice?
¿Tengo que decir algo? Hay que soñar. Yo soñé y tengo una hija maravillosa y un esposo que me ama. Nuestra familia está bien, nuestros amigos están bien. Nos falta la casa, el trabajo y una obra social. Nos queda darle vivienda y salud a Génesis. También sueño con casarme de blanco. Y lo voy a lograr”. Karen cambia el tono de soñadora al tono amenazante. Con escucharla jurar que va a decir “Sí, Quiero” ante Dios, el mundo debería temblar y permitírselo.
Karen y Alexis se conocieron en mayo de 2012. Viajaban desde Rosario hacia Buenos Aires para marchar por el primer aniversario de la Ley de Identidad de Género. Pocas veces volvieron a cruzarse, hasta que en diciembre, en la marcha del Orgullo Gay en Rosario, nació el amor. “Lo más lindo de ese día es el recuerdo. La veo a ella venir con el vestido lleno de colores de la diversidad. Yo la estaba esperando y apareció entre la gente. Fue único. Lo cuento y lo revivo” relata, entre sueños, Alexis.
La religión atraviesa con fuerza la vida de la pareja. Karen está bautizada, tomó la comunión y se confirmó. Todas las noches reza a la Virgen y pide trabajo. Cuando se prostituía pedía llegar viva a casa. Nunca se sintió expulsada. No le importa que no la quieran casar o no acepten su sexualidad porque en su interior puede seguir ejerciendo la fe. Lo único que le hubiera molestado del catolicismo es que no integre a Génesis por la condición de género de sus padres.
Karen se fue de su casa a los 14 años, después de revelar que le gustaban los nenes. Vivió en la calle, en casa de sus amigos, algún lugar que pudo alquilar. Empezó a prostituirse a los 16 años porque ya no tenía ni ropa ni comida. Sus padres la llamaron por su antiguo nombre hasta que nació Génesis. “Les hizo click cuando les dije que paren porque alguna vez mi hija los va a escuchar”.
Alexis reveló su sexualidad a los 18. Un grupo de chicas le clavó nueve puñaladas porque pensaron que estaba saliendo con el novio de una de ellas. Tuvo que admitir la verdad: cómo iba a salir con el pibe si a él le gustan las mujeres. Siempre le costó contar lo que le pasaba. “Primero tenía que aceptar que me gustaban las mujeres. Después estaba Dios”. En la casa de Alexis el cristianismo pisó fuerte y él se acostaba todas las noches orando para amanecer con un pene. Cuando Alexis se dejó fluir sacrificó la vida religiosa. “No se puede estar bien con dios y el diablo”, dice. “Pero no abandoné mi creencia. Todas las noches hablo con Dios”. El bautismo de su hija fue un acto de amor y militancia: porque Karen lo deseaba y porque la mayor enemiga de las minorías sexuales estaba dejando entrar a la hija de la diversidad.

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12 de septiembre de 2014. 20.39 hrs.

Génesis ríe. La beba tiene el pelo castaño oscuro, la piel blanca y ojos grandes. Resalta especialmente su simpatía. Luce un vestido blanco con flores color bordó. El cura le hace una señal de la cruz con agua bendita, la primera, y ella lanza una carcajada. Cristo resucitado mira desde el altar sin inmutarse. No cambia sus labios serios ni su mirada gentil. ni se inmuta ante las piernas de la madre o el impactante escote de la madrina.
Son las 20.39 y Génesis está libre de pecado original. Sus padres y padrinos – dos tías y dos transexuales – renuncian a pecados y demonios, que tantas veces fueron acusados de ser. En algún lugar de Victoria, alguien asa pollos y prepara la ensalada para festejar la llegada de Génesis a una nueva vida.
El 16 de mayo de 1810 fue el primer bautismo en esa catedral. Marcelino Vera, ahijado del fundador del pueblo, estrenó la crisuela. Pasaron 204 años: más de 74 mil días, de 200 mil personas y miles travestis violados, asesinados, expulsados de sus familias y sus creencias. Génesis es una nena y un símbolo: de amor, de lucha y de injusticias. “Es un signo de la cercanía de Dios. Ellos han recibido muchas críticas y apoyo. Pero no consiguen trabajo. Todo lo que se ha dicho es un sentimiento solapado de algo que no se expresa. Si no alguien ya hubiera ofrecido con alegría un trabajo digno”, espeta el cura Benedetti. El bautismo de Génesis renueva el morbo de una sociedad que, a pesar de darles su legítima identidad a miles de personas, peca de no poder incorporarlos al sistema laboral y de salud.