año 2014
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12 de
septiembre de 2014, 20.23 hs.
Génesis,
Karen y Alexis deberían haber llegado a la Catedral Nuestra Señora
de Aranzazu, de Victoria, provincia de Entre Ríos, hace 23 minutos.
El padre Raúl Benedetti espera impaciente mientras lee la Biblia
frente a los fieles. “Porque no hay árbol bueno que produzca fruto
malo, ni a la inversa, árbol malo que produzca fruto bueno”. Las
cabezas giran y se vuelven decepcionadas cada vez que alguien da un
paso dentro de la Iglesia. El cura levanta la mirada y luego la baja
para seguir recitando con un leve fastidio.
La Catedral
es lúgubre y cálida. Predominan los marrones y dorados, el murmullo
y la vecindad. La luz del exterior pasa apenas, cortada por los
vitraux que datan de fines del siglo XIX. Es viernes. Unas cincuenta
personas se acercaron a escuchar la misa y a presenciar el bautismo
de Génesis Angelina, la niña más famosa de la ciudad.
No será esta
la primera vez que Génesis desafíe al catolicismo. El 15 de
noviembre de 2013 entró a la misma Iglesia. Todavía estaba en la
panza y el mismo cura que hoy la librará de pecado bendijo el
embarazo. La sacralización fue un pedido de su mamá, Karen:
necesitaba que todo salga bien, que no haya represalias, que la
gestación termine con buena salud. Su papá, Alexis, accedió a
pesar de su pertenencia al cristianismo y su alejamiento de la
religión. Dice que lo hizo por Karen y por su hija, que la
aceptación de la Iglesia es la de la sociedad. Aquel noviembre
desprendió su camisa, dejó entrever su panza de hombre, sus pechos
prominentes de padre embarazado y se expuso al Padre, al Hijo y al
Espíritu Santo que lo observaban desde el altar. La consagración en
la Iglesia Católica fue la primera palabra de un mantra de lucha que
Alexis y Karen repiten todos los días: siempre te voy a cuidar, no
voy a dejar que nada te pase, querida hija.
*
Karen
Bruselario (28 años) recuerda el día que nació Génesis desde el
living de su casa, con ella jugando con su profundo escote. Karen
esperó a su hija desde la puerta del quirófano. El primer llanto le
cambió la vida. Sintió que el mundo se le caía encima. Y pensó
que ya está, nació, es suya. Es mamá.
Génesis
Angelina Taborda Bruselario nació el 18 de diciembre de 2013. Pesó
4, 250 kilos. Sus padres no la esperaban. Ese día, Alexis comió
facturas, sándwiches y se fue a hacer un control. Quedó internado y
salió de ahí con su hija en brazos. A pocas horas del nacimiento,
Alexis y Karen se enteraron que el papá iba a ser anotado como mamá
en el certificado de nacimiento. La madre legítima salió a buscar
un abogado que objete al Registro Civil. La familia se respaldó en
la ley y exigió que se respete la identidad y el género que Alexis
eligió.
La Ley de
Identidad de Género y Salud Integral (N° 26.743) fue sancionada el
9 mayo de 2011 y permite la libre elección de género de cualquier
persona. Desde ese momento se contabilizaron unas seis mil personas
transexuales en Argentina. El 85 por ciento son mujeres, el 15,
hombres. La ley es única en el mundo y permitió que Alexis sea un
varón y Karen una mujer amparados por la Constitución y a pesar de
sus genitales; que puedan casarse; que Alexis sea el primer hombre
embarazado de una mujer.
La vida de
los dos cambió después del parto. La llegada de un hijo revoluciona
cualquier familia. Esta beba había llegado a una que no tiene
antecedentes. “Dejé de salir a la calle. Había caído en una
depresión, todo me hacía mal. No la quería ver a Génesis. Mi
cuerpo había cambiado, había perdido un esfuerzo de años y ni
siquiera podía reconocer a mi hija. Era muy egoísta. Después de
tres meses pude empezar a disfrutarla”, recuerda Alexis. Se queda
en silencio buscando plata para ir a comprar leche. No se va sin
antes agregar: “Valió la pena. Lo volvería a hacer”.
Ni Alexis ni
Karen habían imaginado ser padres. El solo hecho de pensarlo, para
Alexis, era similar a morirse. Su mente de varón no estaba preparada
como su cuerpo que menstruaba cada 28 días. La situación de Karen
fue distinta, más sencilla. Soñó con el casamiento y la casa
propia. Pero jamás con este tipo de maternidad. “Cero hijos porque
cero vagina, ¿entendés?”, explica recorriendo su cuerpo
voluptuoso.
*
12 de
septiembre de 2014, 19 hrs.
Cae el sol en
Victoria. Los pájaros que viven en la Plaza San Martín, la
principal y frente a la Iglesia, hacen un ruido insoportable. Un auto
pasa con cumbia sonando alto, irrumpe y el panorama queda calmo.
Victoria está a 60 kilómetros de Rosario, una de las ciudades más
importantes de Argentina. Un puente de hormigón atraviesa, desde
2003, el río Paraná y une las dos ciudades. Hace once años que
cambió la vida de la localidad entrerriana. Los rosarinos cuentan
con un patio trasero paradisíaco, a orillas de un Paraná más calmo
y limpio. Victoria es sinónimo de vacaciones, carnaval y casino. La
gran mayoría de los adeptos al juego prefieren cruzar el Paraná al
City Center Rosario, el casino más grande de Latinoamérica. Dicen
que en Victoria es más fácil ganar plata y más difícil que te
reconozcan. Cruzando el charco las voces se alejan de la imperativa
tonada rioplatense y suenan a chamamé y mate hervido. En Victoria,
Génesis es una gurisa y el padre Raúl Benedetti, un cura gaucho.
“Es una
cuestión de cariño”, dice el religioso cuando se le pregunta por
el bautismo. En su voz no se percibe extrañeza. Como si no fuera al
menos resonante que la Iglesia católica reciba a una nena que fue
gestada por su papá, que nació mujer y que eligió ser varón.
Habla con naturalidad. Como si la mamá no fuera esa persona a la que
él se refiere con su nombre masculino y que puso la semillita para
que Génesis crezca en la panza de su novio. “El bautismo no se
niega ni se le ponen condiciones. No se piensa en quién cría a la
criatura”, explica Benedetti. Desde febrero es párroco de la
catedral de Gualeguaychu, a pocos kilómetros de ahí. Estuvo once
años al frente de la Iglesia de Victoria y esta tarde volvió
especialmente para bautizar a Génesis. El cura se mueve por la
Catedral como por su casa. Prueba el micrófono con el cual oficiará
la misa. No anda. Lo golpea hasta que descubre que le faltan pilas y
las cambia. Un periodista local, contratado por el diario Perfil de
Buenos Aires, lo espera para sacarle fotos. Una señora bajita y de
lentes gigantes lo persigue por el salón. “Padrecito, padrecito,
¿le preparo el hábito?”.
“Santa
madre de Dios ruega por nosotros pecadores”, recita una decena de
personas mientras el cura posa para la cámara nacional. Se para en
el altar, se sienta en un banco, hace que lee la Biblia, hace que
reza. Una voz anónima aprovecha la ocasión para revelar parte de la
historia del lugar y de la familia que los hizo famosos. “Suba a la
torre de la Iglesia. Vaya en esta dirección y en el tercer descanso
mire para este lado. Ahí va a ver, la firma de él cuando era
varón”. El nombre masculino con que sus padres bautizaron a Karen
está escrito con letra femenina, en lápiz oscuro y grueso: O. P.
Bruselario, 9-9-99.
*
*
En diciembre
Karen y Alexis viajaron a Chile. La panza estaba por cumplir nueve
meses pero el contrato con la televisión chilena significaba una
cantidad de plata que no podían perder. Fueron en auto. Tardaron 18
horas y Alexis atravesó la Cordillera de los Andes dos veces, las
dos con contracciones. “Tenía miedo que nazca en Chile. Digo, por
la cesárea. ¡Mira si me salía por otro lado!”. La vuelta fue
peor. En la Aduana no lo reconocían en el DNI. “Les decía que
estaba distinto porque estaba embarazado. Les pedía que me busquen
en google, algo, porque estaba con contracciones. Ellos se querían
reír. Me reconocieron por este lunar”, cuenta y señala una mancha
marrón bajo su ojo. Todavía está enojado.
El cinco por
ciento de los transexuales argentinos tiene trabajo formal. El acceso
al trabajo para las minorías sexuales es el desafío de las
políticas de género en el país. Lo poco que hay es más que nada a
las mujeres y busca brindar una alternativa a la prostitución, la
salida mejor remunerada. El Estado, las organizaciones sociales, los
partidos políticos, invitan a mujeres trans a hacer talleres de
peluquería, maquillaje, corte y confección. Prácticamente no hay
proyectos que fomenten otro estudio. Como si una trans no pudiese ser
periodista o ingeniera.
Karen y
Alexis encontraron en su historia una salida laboral. Pasaron los
nueve meses entre contratos y viajes a medios de todo el mundo. La
panza recorrió los pisos de la famosa conductora Susana Giménez,
Florencia de la V – la travesti más televisiva de Argentina - y
decenas de canales nacionales; además de un directo para España, el
viaje a Chile y los meses de trabajo con el canal NationalGeographic,
que todavía pasa el capítulo sobre ellos por los países de habla
hispana.
“Cuando
quedamos embarazados nuestra relación era íntima. Se sabía que
Karen estaba con un hombre, pero no que era trans”, explica Alexis.
Los dos aclaran que nunca quisieron semejante exposición pública,
pero que la información llegó a los medios y no pudieron
controlarlo. Cuando recibieron el llamado de la producción de Susana
Giménez dicen que vieron una chance de conseguir trabajo más que de
sentarse en uno de los sillones con más rating nacional. Lo dijeron
en cámara, pero nadie los llamó más que para sacarse fotos. Karen
todavía se prostituía y Alexis no conseguía ningún tipo de
empleo. Vendieron pastas y rosquitas hasta que descubrieron que el
afán de las productoras de tenerlos en su pantalla podía salir más
bien caro. Cuando nació Génesis, sin embargo, se guardaron en una
nube de pañales y amor. El bautismo fue la primera aparición
pública de la nena y las entrevistas ya no tienen precio. Hasta hace
dos meses vivieron de lo recaudado en el embarazo.
*
La casa de
Karen y Alexis está ubicada a unas veinte cuadras del centro de
Victoria. Es una casa chica, de paredes color verde manzana. Apenas
se entra, se ve un cuadro grande y oscuro con la imagen de Jesús. El
resto de las paredes están adornadas con chucherías, entre ellas un
recuerdo de Chile y fotos de Génesis. También hay una imagen de
Alexis con una panza gigante. Tenía siete meses de embarazo.
La familia
Taborda Bruselario podría pasar por familia tradicional. Eligieron
vivir en Victoria por la tranquilidad y la seguridad. Karen cuenta
cómo se hace cargo de la beba, le conoce las mañanas y sabe
cuidarla. Alexis aprueba y dice que no podría quedarse solo con ella
más de dos horas. Alexis trabaja arreglando celulares. Karen se
queda en casa, le explica cómo calentar la leche de la mamadera y se
nota que se lo recuerda todos los días. Alexis dice que ya está
pensando en ir al psicólogo por los celos que siente de sólo
imaginar a Génesis con su primer noviecito. O noviecita. ¿Quién
dice?
“¿Tengo
que decir algo? Hay que soñar. Yo soñé y tengo una hija
maravillosa y un esposo que me ama. Nuestra familia está bien,
nuestros amigos están bien. Nos falta la casa, el trabajo y una obra
social. Nos queda darle vivienda y salud a Génesis. También sueño
con casarme de blanco. Y lo voy a lograr”. Karen cambia el tono de
soñadora al tono amenazante. Con escucharla jurar que va a decir
“Sí, Quiero” ante Dios, el mundo debería temblar y
permitírselo.
Karen y
Alexis se conocieron en mayo de 2012. Viajaban desde Rosario hacia
Buenos Aires para marchar por el primer aniversario de la Ley de
Identidad de Género. Pocas veces volvieron a cruzarse, hasta que en
diciembre, en la marcha del Orgullo Gay en Rosario, nació el amor.
“Lo más lindo de ese día es el recuerdo. La veo a ella venir con
el vestido lleno de colores de la diversidad. Yo la estaba esperando
y apareció entre la gente. Fue único. Lo cuento y lo revivo”
relata, entre sueños, Alexis.
La religión
atraviesa con fuerza la vida de la pareja. Karen está bautizada,
tomó la comunión y se confirmó. Todas las noches reza a la Virgen
y pide trabajo. Cuando se prostituía pedía llegar viva a casa.
Nunca se sintió expulsada. No le importa que no la quieran casar o
no acepten su sexualidad porque en su interior puede seguir
ejerciendo la fe. Lo único que le hubiera molestado del catolicismo
es que no integre a Génesis por la condición de género de sus
padres.
Karen se fue
de su casa a los 14 años, después de revelar que le gustaban los
nenes. Vivió en la calle, en casa de sus amigos, algún lugar que
pudo alquilar. Empezó a prostituirse a los 16 años porque ya no
tenía ni ropa ni comida. Sus padres la llamaron por su antiguo
nombre hasta que nació Génesis. “Les hizo click cuando les dije
que paren porque alguna vez mi hija los va a escuchar”.
Alexis reveló
su sexualidad a los 18. Un grupo de chicas le clavó nueve puñaladas
porque pensaron que estaba saliendo con el novio de una de ellas.
Tuvo que admitir la verdad: cómo iba a salir con el pibe si a él le
gustan las mujeres. Siempre le costó contar lo que le pasaba.
“Primero tenía que aceptar que me gustaban las mujeres. Después
estaba Dios”. En la casa de Alexis el cristianismo pisó fuerte y
él se acostaba todas las noches orando para amanecer con un pene.
Cuando Alexis se dejó fluir sacrificó la vida religiosa. “No se
puede estar bien con dios y el diablo”, dice. “Pero no abandoné
mi creencia. Todas las noches hablo con Dios”. El bautismo de su
hija fue un acto de amor y militancia: porque Karen lo deseaba y
porque la mayor enemiga de las minorías sexuales estaba dejando
entrar a la hija de la diversidad.
*
12 de
septiembre de 2014. 20.39 hrs.
Génesis ríe.
La beba tiene el pelo castaño oscuro, la piel blanca y ojos grandes.
Resalta especialmente su simpatía. Luce un vestido blanco con flores
color bordó. El cura le hace una señal de la cruz con agua bendita,
la primera, y ella lanza una carcajada. Cristo resucitado mira desde
el altar sin inmutarse. No cambia sus labios serios ni su mirada
gentil. ni se inmuta ante las piernas de la madre o el impactante
escote de la madrina.
Son las 20.39
y Génesis está libre de pecado original. Sus padres y padrinos –
dos tías y dos transexuales – renuncian a pecados y demonios, que
tantas veces fueron acusados de ser. En algún lugar de Victoria,
alguien asa pollos y prepara la ensalada para festejar la llegada de
Génesis a una nueva vida.
El 16 de mayo
de 1810 fue el primer bautismo en esa catedral. Marcelino Vera,
ahijado del fundador del pueblo, estrenó la crisuela. Pasaron 204
años: más de 74 mil días, de 200 mil personas y miles travestis
violados, asesinados, expulsados de sus familias y sus creencias.
Génesis es una nena y un símbolo: de amor, de lucha y de
injusticias. “Es un signo de la cercanía de Dios. Ellos han
recibido muchas críticas y apoyo. Pero no consiguen trabajo. Todo
lo que se ha dicho es un sentimiento solapado de algo que no se
expresa. Si no alguien ya hubiera ofrecido con alegría un trabajo
digno”, espeta el cura Benedetti. El bautismo de Génesis renueva
el morbo de una sociedad que, a pesar de darles su legítima
identidad a miles de personas, peca de no poder incorporarlos al
sistema laboral y de salud.